Por: Luis Fernando Mata
Cuando creía que no había más que hacer, Dios envió la solución de la forma... menos esperada...
El 14 de setiembre de 1978, un día caluroso y húmedo, se me ocurrió salir (con la que era) mi esposa y dos hijos a observar el tradicional desfile de faroles en Escazú y además, probarle el motor a un carro que habíamos adquirido.
Después de varias vueltas por un San José más despejado en carros que hoy en día, comprar helados a los niños y ver, aunque de lejos lo faroles, decidimos regresar a casa.
Cuando iba a guardar el vehículo decidimos continuar el paseo, porque ya los chicos se habían dormido atrás.
Empezamos a subir y a subir por una carretera que, después de ser una recta de un par de kilómetros, serpentea hasta detenerse abruptamente en las faldas del cerro Pico Blanco. Eran las seis de la tarde y el calor se había transformado en el frío seco de las cumbres.
La calle, que se estrechaba hasta convertirse en algo más que un trillo de lastre, ahora continuaba bajo la forma del lecho seco de un río, un sendero escarpado, apto sólo para mulas.
Decidí detenerme para dar ahí la vuelta y luego bajarnos a disfrutar de la vista, que desde ahí es imponente, porque domina todo el Valle Central.
Cuando realizaba la maniobra, nuestro pequeño Honda Civic, se fue hacia atrás, cayendo suavemente en una especie de zanja, que escapó a mi observación por estar cubierta de maleza.
El vehículo quedó con la parte trasera en la zanja, en tanto que las llantas de adelante sobresalían en el aire, sin posibilidad alguna de obtener tracción para salir de ahí.
A como pude salí del carro y miré alrededor, eran cerca de las 7 de la noche. A lo lejos la luna llena asomaba por los cerros que conforman la Cordillera Central. Hacía mucho frío y el canto de los grillos se hacía cada vez más fuerte.
La casa más cercana se veía allá, a lo lejos, bajo la forma de una parpadeante lucecilla. Dentro del carro, ajenos al percance, los niños continuaban dormidos y desde el asiento del acompañante, la mamá los observaba con preocupación.
¿Qué hacer? El carro medito ahí, en ese hueco...¿Cómo sacarlo?
Recorrí los alrededores, buscando una respuesta, cuando de repente escuché unos cantos que se acercaban en dirección nuestra: eran una docena de niños, todos vestidos con el uniforme de los Scouts.
A lo lejos, la tropa de chiquillos cantaba y danzaba alegremente; algunos jugaban de perseguirse unos a otros y reían.
Al vernos se acercaron sin dejar sus bromas y risas. Uno de ellos dijo: "Señor, no se preocupe, nosotros le podemos ayudar", a lo que asentí. Luego los vi correr, rodear el carro, al que levantaron en peso, con los niños dormidos y su madre, para luego colocarlo suavemente sobre el angosto camino.
Entré al vehículo, arranqué el motor y cuando miré hacia atrás, para dar las gracias a los muchachos... ya no estaban... ¡no había nadie! No podía creerlo, salí del carro, caminé en derredor, mirando hacia todas partes, pero no hallé la menor señal de persona alguna.
Al otro día, ya con la luz de la mañana, revisé el carro y para mi sorpresa no tenía rasguños, ni suciedad ni tampoco marca alguna de las manos de esos niños. Eran como si acabara de sacar el vehículo del centro de lavado.
Mire, no puedo del todo asegurarlo, sólo Dios lo sabe; pero estoy por creer que ese fue nuestro primer encuentro con los ángeles de Dios.
4 comentarios:
don Fernando,
Qué entretenido es su blog, ojalá tuviera tiempo para leerlo todo siempre...
De verdad que los angeles aparecen cuando uno más los necesita!! en mi blog puse algunos articulos de angeles y sin duda que existen, simplemente hay que dejarlos actuar...
Me encanta como redactas profesor, de verdad que es todo un don el que tienes para narrar con esencia cada detalle, lo cual le da un clik excelente para los lectores que seguimos tu blog.
Dios te bendiga!
Nota: Estamos esperando la publicación del libro, jajaja
Hermoso. Los Ángeles si existen. En laBiblia vemos cómo Dios siempre los utilizó. A cada paso ellos siempre estàn a nuestro lado y favor.
Fue cierto ! yo estuve ahi y recuerdo los muchachos. Y también recuerdo, una lluvia torrencial, en el alto de salida a Pavas pista Escazú. Yo iba a dejarlo a ud al canal, y cuando se iba a tirar con el carro , algo golpeó el vidrio duro; alertando que venía un trailer a velocidad exagerada. Nos hubiera levantado. Y recuerde que bajo la ventana para agradecer y no había nadie. La lluvia era fuertísima y era bastante tarde.!!
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