· Una visita a José León Sánchez, autor de “La Isla de los hombres solos”.
Texto y fotos: Luis Fernando Mata
El paso del tiempo no perdona y José León Sánchez lo sabe, no de oídas. Por eso, al referirse a si mantiene contacto o amistad con alguno de los ex convictos que compartieron con él en la Isla de San Lucas expresa:
“Cuando en 1950 ingresé ahí tenía 19 años, era el menor de todos. En ese momento había gente bastante mayor y creo que, literalmente, a todos se los tragó la tierra, porque nunca más volví a saber de ninguno.
“Soy el único que queda, el último de la isla”, dice sonriendo el escritor, que inmortalizó su estadía en prisión en las 273 páginas de su libro “La Isla de los Hombres Solos”, ahora convertido en best seller, con 154 ediciones, realizadas en el transcurso de 40 años.
“La Isla de San Lucas, era un penal establecido por el Presidente General Tomás Guardia allá por 1871. Cuando llegué ahí, acusado injustamente, éramos un total de 400 personas de un total de 2.500 seres vivientes, contando los caballos, las vacas y los bueyes, que interactuábamos en esas 500 hectáreas”.
Un buen regalo
El punto de partida se fijó en Heredia, al frente de la entrada principal de la Universidad Nacional, ahí, a la media tarde del pasado 25 de diciembre, habíamos quedado de vernos los tres: el escritor, el periodista Danilo Chaves, de Ojo Crítico, y quien redacta.
Danilo llegó con un presente para el anfitrión: un disco compacto con una grabación de “La Isla de los Hombres Solos”, una adaptación radiofónica de la obra en la que participaron reconocidas figuras del micrófono como Carlos Alberto Patiño (Q.d.D.g), redactor del guión original y Parmenio Medina (Q.d.D.g), entre otros.
Tiene 82 años, nació en 1929. El viento frío de esa tarde no le hace mella enfundado en una fresca camisa blanca de algodón tipo “guayabera”, bordada con motivos artesanales. “Me la traje de Copán”, indica con satisfacción.
Una vez dentro de su Peugeot gris, automático, pone el compacto a sonar y de inmediato se escucha la magnífica voz de Parmenio, presentando al elenco de la serie. Atrás, como fondo musical, se escucha un tema alusivo, interpretado por la orquesta de Lubín Barahona.
Llegó con un elegante sombrero de tono crema, muy pequeño para su cabeza, poblada de cabello blanco y sedoso. En varias oportunidades nos corrige, lo hace con su característico tono bonachón: “miren, no me gusta que me digan “don”, mejor díganme José León”.
“Toda la negociación de esas grabaciones la hice con Carlos Alberto Patiño, él redactó el guión de más de mil páginas. Yo aún lo conservo. Patiño era un hombre guapo, muy elegante, de gran carisma y humanidad”, agrega, mientras acelera sobre una carretera que serpentea hacia las frías alturas de Los Ángeles de San Rafael de Heredia.
A las 4 p.m. llegamos a “La Quinta don Cosme”, una finquita pintoresca, como sacada de una acuarela de Fausto Pacheco. Los vientos zarandean a placer las copas de los árboles y el frío se nos mete por la chaqueta y nos hiere, como un cuchillo.
De la finca dice que su suegro, don Cosme, se la regaló a su esposa hace 36 años. Allí construyó varias cabañas y un estudio al que llama “La Egoteca”. En agradecimiento al suegro regalón bautizó la finquita como la “Quinta don Cosme” .
José León tiene otra propiedad un par de kilómetros más arriba, de una hectárea y cien metros cuadrados. “Ahí tengo el estudio verdadero o “egoestudio”, un lugar tranquilo en donde me siento a escribir.
“Tiene una catarata muy bella –nos cuenta- la única que existe en ese sitio, una especie de Niágara en pequeñito. En la egoteca investigo, pero en el egoestudio escribo”.
La “egoteca”
La “Egoteca” es una acogedora estancia de madera de tono claro, distribuida de forma rectangular en sus aproximadamente seis metros de ancha por unos 30 de larga, con un servicio sanitario, muy limpio y ordenado.
A ambos lados del recinto, en forma de cabaña, hay varias hileras de libros de todas clases, autores, temas y épocas. Sitial preferente ocupan las muchas y diferentes ediciones y traducciones a varios idiomas de todos sus libros, especialmente “Tecnochtitlán”, que ha vendido millón y medio de ejemplares y, por supuesto “La Isla de los hombres solos”, con más de dos millones, a su haber.
Las editoriales han traducido sus obras a casi todos los idiomas, entre ellos al mandarín, francés, inglés, italiano y alemán.
Nuestro anfitrión nos recibe ahí con un “pregunten y observen lo que quieran” y de inmediato empezamos a recorrer y curiosear por todos los rincones de la “egoteca”.
En México, país al que considera su segunda patria, se le admira y respeta, al punto de que los fabricantes del “Tequila Cuervo” decidieron dedicarle una cosecha especial de su bebida. Con mucho orgullo nos muestra una caja con su nombre, de la que saca un botellón y acto seguido, por si no lo creemos, nos vierte una muestra del fuerte líquido en un par de vasitos.
Una simple visita no es suficiente para un recuento de todas las cosas que, además de libros, tiene reunidas allí el autor: una guitarra española, unas antiguas y pesadas planchas, como las que otrora coleccionara la escritora Luisa González.
Y para los lectores o visitantes de su “Egoteca”, José León ha dispuesto mullidos asientos de automóvil adaptados sobre pesadas bases de madera distribuidos alrededor de un tablón inmenso, a manera de mesa de lectura.
Entre los libros y separándolos vemos asomar vasijas de barro, de todo tamaño y color, artesanías y cuadros, muchos cuadros; pero no con paisajes, pinturas ni acuarelas, sino con multitud de reconocimientos y fotografías del autor, una con Bill Gattes II, el padre del multimillonario creador de Microsoft; otras con Pablo Neruda... y otra por allá con Anthony Queen...
No usa máquina de escribir convencional, tampoco utiliza computadoras. Realiza sus escritos con una máquina eléctrica, pero con una buena memoria, porque teme que las computadoras le borren lo que escribe: “eso le ha pasado a unos amigos míos”, dice.
Sin embargo, agrega, usa la Internet para investigar y recopilar datos para sus novelas, especialmente en la más reciente “Y el domingo es primavera”, que se encuentra en proceso de edición.
Un Dios especial
A la entrada de la “egoteca” nos recibe un curioso afiche que semeja un dibujo de los signos del zodíaco. Resultó ser un calendario maya. “Yo no creo en los astros ni en eso del zodíaco, eso es una tontería”, afirma con cierta vehemencia.
Se acerca a uno de los estantes y toma entre sus manos una vieja Biblia, la abre y nos dice:
“Por supuesto, creo en Dios; pero no en el Dios de los libros, sino en un Dios universal, un Dios bueno, grande, tan grande que no es posible meterlo ahí, entre las páginas de ningún libro. No me gusta lo que dice Isaías, el profeta, que en el nombre de Dios se ordenaba exterminar a ancianos y niños, incluso a los que están en el vientre de las madres; ese hombre estaba loco”.
Entre sus adornos favoritos está un cuadro con una proclama, especie de volante redactado por José Figueres con un “Se busca”, donde se dan los datos y detalles físicos del que señala como “El Monstruo de la Basílica”, por el que se daba una recompensa de “diez mil pesos”. Se le acusaba por el crimen de un guardia y el robo de las joyas de la Virgen de los Ángeles.
Como detalle obligatorio, José León nos muestra un pronunciamiento de la Iglesia Católica, donde se le libera de toda responsabilidad en cuanto a los acontecimientos ya conocidos y que culminaron con su condena a 45 años.
-¿De verdad le robaste las joyas a la virgen? (Risas) No, por supuesto que no –afirma con vehemencia-. Lo que pasa es que antes todo lo que salía de la boca de un preso era usado en su contra; por eso me presionaron y torturaron, para que hablara y admitiera esos hechos. Nunca he entrado a la Basílica, ni nadie me ha invitado a entrar ahí”.
“Ahora la cosa es distinta, porque a nadie puede obligársele a declarar en contra de si mismo, ni puede ser obligado en ese sentido”.
Cuenta que fueron siete las veces que escapó de prisión. Se abre la camisa y muestra sobre el pecho una cicatriz, producto de un disparo que frustró una de las tantas espectaculares fugas, de las siete, que protagonizó.
“Por esa causa le tengo un juicio al Estado. Si bien en la parte penal fui absuelto por decisión unánime de la Sala Cuarta y la Tercera Penal, al no existir pruebas que me relacionaran con los delitos. Pero ahora está pendiente el juicio por lo civil y de fallar a mi favor serían $2 millones de acción civil resarcitoria, que son poco por los 30 años de cárcel que injustamente me metieron. De ganar entregaría $1 millón a la UCR para que con esa plata monten una cátedra especializada en derecho penitenciario”.
Hora del café
Faltaban quince para las siete de la noche cuando salimos de la “egoteca”, un tanto mareados de ver tantas portadas de libros y títulos en todos los idiomas, aparte de admirados por los 27 libros, escritos y publicados por el autor.
Un corto trillo de cemento nos lleva a su casa, una cabaña muy acogedora, con un ambiente tibio que contrasta con la frialdad del “pelo de gato” que cae afuera de manera pertinaz.
Ahora la conversación se vuelve más cercana, delante de humeantes tasas de café con pan embarrado de paté.
José León nos narra los entretelones de su más reciente obra, “Y el domingo es primavera”, una historia que gira en torno al Volcán Arenal.
- “Tuve que investigar mucho, aprender de geología y vulcanología. Es una mentira, pero bien fundamentada en realidades que nos ofrece la historia en otros sitios como Armero, Krakatoa y otros.
De lo que ocurrió con las ciudades de Pompeya y Herculano, allá por el 73 d.C., dice que según sus estudios, el Arenal es un caso diferente a esos. “Esas ciudades fueron sepultadas por una erupción normal, sólo que muy abundante y letal por lo sorpresiva”, dice.
“Lo ocurrido en el Arenal fue como el estallido de dos bombas atómicas, el resultado de la fisión nuclear que devastó los dos primeros kilómetros alrededor del volcán y afectó mucho más allá”.
Luego, la conversación gira entorno a escritores nacionales. Menciona como sus favoritos a Carlos Luis “Calufa” Fallas, al que considera el mejor. Del poeta Jorge Debravo dice: “si, fue muy bueno; pero no tuvo tiempo”. También admira la obra de Laureano Albán, Eunice Odio y Yolanda Oreamuno.
De los clásicos cita a León Tolstoi con “La Guerra y la Paz”, de John Steinbeck “Las uvas de la ira” y de Ernest Hemingway, al que califica como su favorito, nos menciona “Por quién doblan las campanas”.
En cuanto a los escritores mexicanos, dice respetar profundamente la obra de Juan Rulfo con sus cuentos y especialmente con “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”.
Tampoco da la espalda a los escritores contemporáneos, de ahí que nos cita a la escritora Virginia Vallejo con “Amando a Pablo, odiando a Escobar”, una obra que recién termina de leer.
De película
Entre café y café el autor nos cuenta que hay dos productoras de cine detrás de “La Isla de los Hombres Solos”, una norteamericana y otra nacional, manejada por el empresario Mario Sotela.
“Al final el contrato lo ganaron los gringos, ellos son los que harán la filmación. Yo les hice el guión. Ahora están buscando la plata y las locaciones.
Fue por eso que hace un tiempo regresó a la Isla, ya no en lancha, esposado y escoltado por policías, sino como los grandes, en helicóptero, con los productores que harán la cinta.
“A mi regreso observé la notable recuperación de la isla, después de 30 años es un paraíso de árboles grandes y frondosos y arroyos que corren todo el año; en cambio antes se secaban desde enero y casi no nos permitían bañarnos”.
“Pero en Costa Rica la burocracia es algo terrible. Estoy luchando porque devuelvan la Isla a la Municipalidad de Puntarenas, porque ahora es propiedad del Minae (Ministerio del Ambiente).
“El Minae pone ciertas condiciones, dice que no permite la presencia de mucha gente en la Isla y los gringos vendrían con unos 70 extras. Al Minae no le parece tanta gente. Por eso los gringos buscaron otras opciones como el Castillo de la Prisión de San Fernando en Omoa, Honduras. Ese lugar les pareció magnífico.
-¿Cómo se sintió estar ahí de nuevo en la Isla?
-Muy mal, por tantas cosas feas y recuerdos terribles que aún conservo.
-¿Cree usted que habría llegado hasta donde está ahora, sin haber pasado por todas esas pruebas que describe en sus libros, aunque fueran injustas?
-No. Sería muy difícil. (Fin)
RECUADRO 1
¿Ganará el Magón?
José León Sánchez ha sido propuesto en varias ocasiones para el premio Magón, el más alto galardón que se otorga a un costarricense por su vida y su obra en el campo de las letras, las ciencias o las artes.
La última vez, en el 2.008, compartió la nominación con respetadas figuras, como el también escritor Hernán Elizondo Arce, la Dra. María Eugenia Dengo, el Dr. Fernando Durán Ayanegui y el Dr. Rodrigo Gámez Lobo, director general del Imbio Parque.
Si ganara el premio Magón, sería este el sétimo galardón obtenido por José León Sánchez a escala nacional; pero internacionalmente ha logrado importantes reconocimientos, como lo es el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma de México (UAM).
-Ha publicado 27 obras literarias, entre ellas “Campanas para llamar al viento”, “Tenochtitlan”, “La isla de los hombres” , “Luna de la Hierba Roja”, “El crimen de Colima”, “A la izquierda del sol”, “La colina del buey” y “Mujer, la noche es joven”.
-Según el buscador de Google, el nombre de José León Sánchez aparece citado un total de 356.000 veces en la Web.
RECUADRO 2.
A solas... con Brigitte
Brigitte Bardot, la actriz francesa consideraba el gran mito erótico de los últimos años de la década de 1950 y de la de 1960, tuvo una curiosa actuación en las aventuras carcelarias de José León.
Cuenta el escritor que de la famosa “BB” tenía en su celda un enorme afiche que le servía de inspiración. Otros reclusos se habían enamorado de la foto y él empezó a hacer negocio alquilando el afiche, a razón de 0.5 centavos de colón. “Pero un día fue a parar a las manos de un negro a quien produjo tanta ansiedad que se lo comió entero. Lo bueno es que acabó así con la fantasía de todos.
“Luego, muchos años después, encontrándome en Europa pude hablar con ella y contarle la anécdota. Vieran cómo se reía cuando le pude contar los detalles del destino de su afiche”.
Recuadro 3
El “Loco” del libro
José León Sánchez estuvo preso por 30 años, de los 45 a los que fue condenado, tiempo que descontó primero en la antigua Penitenciaría Central y luego, a partir de 1950, cuando fue trasladado junto con los reos más peligrosos a la Isla de San Lucas. En la isla tuvo tiempo suficiente para rumiar a solas sus primeros escritos, el cuento “El poeta, El niño y El río”, que ganó el premio Juegos Florales de 1963 y en 1965 obtuvo un premio internacional con “Cuando canta el caracol”, obra dada a conocer en el Festival de Artes y Letras de Guatemala.
Su primera novela, la que lo dio a conocer y dio fama internacional sería “La Isla de los hombres solos”, cuyo manuscrito lo realizó a lápiz, sobre el papel desechable en que llegaban envueltos los sacos de cemento, y en el transcurso de varios años, casi a escondidas. Su pasión por escribir nunca fue tomada en serio por nadie de la isla, de ahí que lo llamaban “El loco del libro”.
“Se me permitía escribir a lápiz; pero, a raíz de que un reo mató a otro, enterrándole un lápiz mongol en el corazón, confiscaron todos los lápices que teníamos y por mucho tiempo tuve que continuar la novela mentalmente, hasta que un día me permitieron usar un cabito para escribir. Así fue como terminé el libro que ya va por 154 ediciones en varios idiomas”.
En México se dio a conocer gracias a un reportaje publicado en la revista Life en español que le abrió las puertas de las casas editoriales. Aún conserva intacta esa revista y hasta la tiene enmarcada ya que, considera, fue de gran beneficio para él.
3 comentarios:
Siempre lo he admirado por su humildad, y porque parece que de alguna manera lleva la isla dentro de él. Al relacionarse con el mundo, mantiene una relación altruista y humanista. Parece haber perdonado yhasta agradecer lo aprendido allí
Muchas gracias Jaime por su comentario. Creo que da Ud. en el clavo: al final es algo novedoso en el escritor dejar de hablar con amargura acerca de su pasados en el presidio. Saludos.
Soy de Santander, España, estoy impresionado por lo de la isla, lo he conocido en Youtube por casualidad, que horror , mis respetos a don José León , es un gran hombre, ojalà viva muchos años y tenga buena salud. bueno en la isla de Cabrera en España pasó algo similar en 1808, fue el primer campo de concentración de Europa.Saludos de Manuel Lombilla
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