19 de junio de 2010

LA GENTE LO NOTA KARLITA, LO NOTA...







Para:  Karlita González y Karlita Uribe estudiantes de periodismo.
De:  Luis Fernando Mata

Karlita, el otro día me preguntabas acerca de ¿qué significa escribir bien? y, después de un rato, se me ocurrió decirte:
«Escribe bien quien transmite un mensaje ordenado, claro, con las palabras necesarias, con elementos llamativos, redactado de forma elegante y con absoluta veracidad».
No es la definición más completa ni la única. Que conste: es una definición a mi estilo.  Cada quien tendrá la suya.


 
Empecemos por el orden.

El mundo en que vivimos responde a un orden. Ninguna casa se empieza a construir por el techo y no hay árbol frondoso sin raíces.
Al llegar a los 100 grados-centígrados el agua hierve, pasando al estado de gas.
 No hay forma de cambiar esa ley natural. ¿Cuánta energía podría ahorrarse si hirviéramos agua a 22 grados!

¡Orden! ¡Orden!

¿Has entrado a un cuarto en desorden? ¿Te dan ganas de estar ahí? Imagínatelo: la cama sin tender, los zapatos tirados sobre el suelo, cuadernos por aquí, libros por allá...  ¿y el olor? A humedad, a polvo acumulado... a ropa sucia. ¡Guácala! ¡Un desastre!
Los seres humanos respondemos positivamente, con agrado y admiración, ante el orden y la limpieza.  En Costa Rica hay términos como «arroz con mango», «sancocho» y «mejenga» para definir la ausencia de orden.
Un mensaje ordenado, elegante, claro, apasionado, elocuente, veraz y convincente, casi siempre será aceptado. O al menos logrará una reacción, positiva o negativa de la gente.
Los lectores no son tontos: distinguen con facilidad entre una mejenga y un buen partido o disciernen un buen «casado» de un simple «sancocho» o “arroz con mango” y más aún: la sopita Magui de una buena olla de carne.
Quien nos lee también distingue si le damos algo simple, como una sopita Magui o un caldo bien sabroso, nutritivo y condimentado.
Cierto, en toda sala de redacción, el objetivo general es informar bien a partir de un número determinado de artículos.  Pero cuando nos ponemos a elaborar cada artículo, debemos tener un fin.
Ese fin, u objetivo es comunicar algo con audacia y valentía. Sin titubeo, pero con orden, claridad y elegancia.
Debemos creer en nuestro trabajo y este no debe dejar lugar a dudas, es decir: conviene hacernos las preguntas obvias que se harán a sí mismos nuestros lectores.
Si comentamos un libro y hablamos bellezas de esa obra... no olvidemos dar el precio y el lugar en dónde comprarlo. Lo obvio Karlita es muy importante.
El otro día te hablaba de que todo escrito incluye datos, hechos y juicios.
Karlita, si quieres escribir algo interesante habla de los hechos y los datos.  Reduce los juicios al mínimo. Y si puedes, elimínalos.
No digas de un hombre que es muy agarrado. Ofrece datos al lector para que éste saque sus propias conclusiones.
Podrías decir, por ejemplo: «el hombre era un cincuentón, que había puesto candado a su refrigerador y  un teléfono público, para el servicio de los visitantes».
En vez de decir que alguien es rico, o vive en la opulencia, basta con señalar que tiene cuatro Mercedes Benz o un par de yates, anclados en Puerto Caldera.
Y los datos, hechos y muchos números no salen de la nada, se obtienen preguntando, investigando e incluso sacrificándonos más allá de lo que nos piden. ¿Existe acaso otra forma?
Cuando alguien cree que canta y lo hace, los demás sufrimos.  Cuando alguien cree que escribe y escribe, los que lo leemos sufrimos.
Por eso prepárate. No le des al lector sopitas Magui, porque la gente lo nota.
 Nuestra preparación debe de ser sistemática, intensa, vigorosa, programada, apasionada y, sobre todo tiene que ver con la práctica.

Para escribir bien hay que practicar mucho y, especialmente, leer mucho de lo escrito por aquellos que son maestros en el arte de escribir.

Si en nosotros hay amor por lo que escribimos y además un deseo vehemente de comunicar algo bien... es muy posible que nuestros lectores no nos vuelvan la página.
No hay temas intrascendentes, sino formas intrascendentes o equivocadas de abordarlo.  Si escribes con amor apasionado tus escritos no pasarán inadvertidos.
Por favor, nunca hables paja, no escribas por escribir o por un sueldo. No lo hagas para rellenar un espacio en el periódico. No pierdas el tiempo, ni permitas que los demás lo pierdan. Karlita, la gente lo nota.

Los que escribimos también somos educadores. De ahí que no es justo ofrecer al lector un material mal escrito, plagado de errores, lugares comunes, redundancias y expresiones populacheras.
Decía el periodista Rolando Angulo de sus comentarios definiéndolos como rápidos, resumidos... y ciertos. Ese fue su norte y su éxito por más de cuarenta años.
¿Por qué no aplicar esa fórmula, adaptándola a nuestro medio escrito?
Muchas veces castigamos a los lectores con grandes masas grises de texto, creyendo que nos van a alabar «¡Qué bárbaro! ¡Cómo escribe!».
Es mejor pequeñito, redactado con buen gusto, claro, concreto, veraz y... directo al corazón.
No imites. Quien escribe es un pintor que pinta con palabras, algo quizá más difícil que hacerlo con pinturas al óleo o acuarelas.
Pero hay que ser original, no te conformes con una pobre y triste imitación de alguien.  Sé tu misma, desarróllate hasta llegar al máximo de lo que puedes dar. Renuncia a las copias.
Respeta a tus lectores, no está bien pasarnos de listos, utilizando el humor para lucirnos con grosería y mal gusto. 
Y cuando te enfrentes con la página en blanco o con la centelleante pantalla esperando tus ideas, y te preguntes ¿por dónde empiezo?
Empieza por cualquier parte. Podría ser por el título o por el primer párrafo o «lid» del artículo. Después corriges.
Pero empieza a escribir con amor, con pasión y alegría. De lo contrario la gente lo nota Karlita. Lo nota.
Ah, olvidaba lo más importante, la humildad.
Todo aquel que aspire a ser buen periodista, buen comunicador y escritor es un eterno aprendiz.
Un buen aprendiz es humilde, capaz de reconocer sus propios errores.
Acepta someter su trabajo, incluso al criterio de los que menos saben.
No se jacta tontamente: «es que yo sí que lo hago bien..., miren qué manera de comunicar».
La prepotencia y la altivez en un periodista o comunicador es algo fatal.
La humildad debe de marcar nuestra manera de escribir, estamos hechos del mismo material y nos mueven casi los mismos criterios, debilidades y pasiones de aquellos para los que escribimos.
De ahí que al redactar debemos hacerlo, en primer lugar para entenderlo y disfrutarlo nosotros mismos.
Si algo, que suponemos humorístico, no es capaz de hacernos reír, difícilmente arrancará una sonrisa al lector.
Trabajar con alegría, entusiasmo, positivismo y sobre todo veracidad es la clave para escribir bien -y lograr que nos lean-, a pesar de que el mensaje sea duro, árido y hasta triste.

De lo contrario la gente lo nota Karlita. Lo nota. ¿Verdad? (FIN)

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