Por: Luis Fernando Mata
Si usted es de los que voltea la cabeza, cada vez que ve pasar a una guapa rubia, entonces debería conocer a Camila, una chica que conocimos en un night club capitalino.
La verdad... no había intención de entrevistar a nadie en ese momento.
Simplemente era una noche clara, tranquila con un cielo repleto de estrellas y una luna bien llena, de esas que dan ganas de que fuera de queso para cortarla en pedacitos.
Entramos por curiosidad y luego de ver las acrobacias de varias chicas sobre la pista semi iluminada por luces trazadoras, y bajo el golpeteo infernal de la música de «Nirvana», nuestra mirada se clavó en esa joven...
-¡Oiga señor! ¿Cómo se llama esa muchacha que está allá...?
-¿Cuál, la rubia de vestido blanco?
-Sí, esa.
-Se llama Camila. Acaba de entrar a trabajar aquí. ¡Espere a que baile, viera qué clase de cuerpo tiene esa güila! - Nos indicó el mozo, enfundado en su uniforme: camisa blanca, corbatín y pantalón negros.
La muchacha seguía con las palmas el ritmo frenético de «Nirvana» y tenía la mirada clavada en la pista donde una de sus compañeras se contorsionaba rítmicamente...
-Señorita ¿cuándo tendremos el agrado de verla bailar?
-Soy la siguiente, después de Valeska. Chao, porque ya debo irme a cambiar.
-¿Pero... así no más. Podríamos hablar... luego?
-Claro, por supuesto. -Nos dijo la rubia con una sonrisa, mientras se alejaba corriendo.
-Y CON USTEDES... CAMILA. LA SENSACION DE FUEGO!!!
Eso del fuego parecía una simple frase hasta que dos hombretones colocaron siete cirios o candelas de cera, blancas, largas y gruesas esparcidas sobre el pequeño escenario rodeado de pequeñas lucecillas intermitentes.
-¿Para qué cirios? -pensé-
De repente, el operador de sonido puso una música oriental, se levantó un minúsculo telón y apareció Camila, más bella que nunca, vistiendo un traje de karateca, con una cinta negra rodeándole la cintura.
Al ritmo de la extraña melodía, la joven empezó a girar su cuerpo y moviendo sus manos, simulaba un combate con las enormes velas encendidas, de manera que de un certero puñetazo o de una patada voladora, el cirio quedaba apagado.
Por cada vela apagada, el público aplaudía mientras gritaba ¡Mucha ropa! ¡Mucha ropa!
Luego, la bailarina hizo un salto mortal con dos giros en el aire y al caer de pie dio una palmada a la última vela. (Gritos, silbidos, aplausos). “¡Wow!, me dije, mientras paladeaba un “margarita”.
Y, de repente, tres nuevas volteretas y la chica desapareció tras la pana roja del minúsculo telón de fondo (nuevos aplausos y rechiflas).
Ahora el escenario queda en tinieblas y unas sombras retiran los cirios. Desde atrás la música cambia a «Al final del camino, del grupo «Boyz II men», especie de baladita rítmica.
Camila esta vez, para sorpresa de todos, salió de entre el público luciendo un traje largo hasta el cuello de tono escarlata. Suavemente caminó cerca del borde de la pista, mientras hacía suaves giros con su cuerpo y sus manos.
De repente la música se aceleró, la chica se paró en el centro de la pista y sobre el brillante piso empezaron a caer, de una en una, las piezas del vestuario hasta quedar reducido a su mínima expresión. “¡Recontra waw!, me dije otra vez con los ojos desorbitados!”
Un silencio paralizante, seguido por el sonido de tambores y veo a las dos minúsculas piezas del vestuario volar hacia el público... varios hombres se lanzaron tras ellas... de repente me veo a mi mismo aplaudiendo como loco ¡idiay no era para menos!
A partir de ahí es un asunto de imaginar porque faltan las palabras: ¡Qué piernas!¡Qué esto y... lo otro! y así podríamos seguir varios párrafos para abajo con otros tantos argumentos y signos de exclamación.
Luego de los aplausos Camila desapareció por unos minutos, para luego reaparecer ¡sorpresa! a nuestro lado.
-¡Felicitaciones! Es usted bailarina, pero tiene la flexibilidad de los acróbatas y esos gestos a la manera de las katas ¿estudió karate?
-Disculpe que lo dejara antes con la palabra en la boca. ¿Con quién tengo el gusto? Ahhh, es usted periodista y de.... Mmmmm, bueno, le diré que llegué a cinta azul en karate-do, también he practicado aeróbicos, natación y gimnasia toda mi vida. Pero mi pasión ha sido otra...
-¿Cuál?
-Las letras, me encanta el estudio y el buen manejo del idioma español, soy filóloga. Aunque usted no lo crea, tengo una licenciatura en literatura y filología española, me gradué en la universidad...
-Mucho mejor, así comprenderá nuestra penosa misión de hacer entrevistas a estas horas.
-Mire, precisamente mi tesis la hice acerca del uso del lenguaje en los periódicos nacionales. ¡Viera usted!
-¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Hicimos algo malo?
-Por supuesto, ustedes han enterrado el idioma debajo de un montón de necedades...
-¿De necedades? ¿Cómo cuáles?
Camila se había puesto un minúsculo vestido blanco de tirantes, con enorme escote y una falda bien corta, pero dejando aún algo a la imaginación. Sostenía en su mano izquierda un colado de piña. Su pelo rubio lucía húmedo pues se había bañado luego de salir del escenario.
-Todos los días los periodistas bombardean a los pobres lectores con cantidad de frases trilladas ¿cuáles? uhhhh, especialmente en los títulos: «con bombos y platillos», «al pie del cañón», «a capa y espada», «de armas tomar».
-¡Caramba, usted nos salió además de bonita, respondona! -dijimos con alegría a Camila, quien continuó.
-Por ejemplo en Al Día son buenos para abusar de términos como «por la libre», «manudos o morados... con sangre en el ojo», el estúpido y machista adjetivo ¡HOMBRADA! del que abusan en AL DIA para dar a entender que alguien hizo algo extraordinario en deportes... ¿Por qué no usan tambien ¡MUJERADA!?; ¿y las redundancias? Hace poco, refiriéndose al estado del tiempo escuché a este muchacho... Elberth... ¡Elberth Durán! diciendo «sombras oscuras sobre San José», algo así como decir «Infierno tenebroso». Ja, ja, ja.
-¡Carajo! ¿Y qué otros detalles le han llamado la atención de la prensa?
-Me dan risa todas esas expresiones que nosotros llamamos eufemismos y que retratan de cuerpo entero la personalidad «palanganas» de los ticos.
-A ver ¿como por ejemplo?
-No hablar directamente. Decir adulto mayor en vez de anciano; privado de libertad en vez de reo; ciudadano de las calles en vez de vago; trabajadora del sexo por simplemente puta y lo peor, decir menores en riesgo social en vez de chapulines. Ja, ja, ja. ¿No es de morirse de risa?
Y mientras tomábamos nota, mentalmente, de las observaciones de la bella Camila, invitamos a nuestros lectores al próximo capítulo de este interesante encuentro con esta guapísima chica.¨Wow!” (Continuará...)
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