Por: Luis Fernando Mata
Hace diez años, cuando me divorcié, un amigo al verme triste y a manera de consuelo me dijo: “Mae, deberías de estar alegre, sos libre, has nacido de nuevo”.
Cierto, era libre pero me faltaba algo. Por muchos años me había preocupado por la realización personal, el logro material y, ahora, cuando más lo necesitaba, tenía un espíritu débil.