10 de noviembre de 2006

¿Te acordás mamá?



Por: Luis Fernando Mata Araya

Mamá, hoy te escribo para agradecerte por todo lo buena que has sido conmigo, por tu paciencia, por tus lágrimas, por todas las preocupaciones que te he causado.

También te pido perdón, porque a pesar de tantos sacrificios, nunca te he dedicado ni un párrafo. Aún así, puedo asegurarte que estás presente en todos los detalles de mi vida.

Mamá, cuando camino por las aceras de la capital viene a mi mente aquella frase que me decías: “Alístese, porque de Escazú, nos vamos a San José”.

Y cuando yo te preguntaba: “¿Y a qué vamos mamá?, siempre me dabas por respuesta un “Idiay, pues a ver ventanas”.

Recuerdo que nos íbamos en aquellos lerdos e incomodísimos buses de Escazú, hechos de madera, con una compuerta atrás para la carga adicional, porque en ese entonces la gente viajaba con sacos, bolsas de mecate, gallinas y hasta perros.

El bus, al que llamaban “cazadora” avanzaba brincoteando por las estrechas calles del centro, que eran empedradas y al llegar a Los Anonos, nos íbamos por el puente de abajo, ya que no existía ese puente largo y ancho, que por muchos años ha usado la gente para lanzarse al vacío.

Luego caminábamos por las aceras de San José, yo agarrado bien fuerte de tu mano, para no chocar con las personas y los postes que sostienen las señales de tránsito, porque yo era un niño despistado.

Así, caminando y caminando, llegábamos hasta las tiendas exclusivas como Scaglietti y La Dama Elegante (que ya no existe) y te veía mamá quedarte ahí, por largo rato, observando los lujosos y elegantes trajes sastre que exhibían los maniquíes.

Después nos íbamos más allá, donde están las vitrinas de las primeras tiendas de zapatos.”Qué bonitos esos café con blanco. Aquellos negros te quedarían muy bien”, me decías, señalando un calzado de tinte negro brillante, con suela gruesa y punta bombacha.

Quizá para la gente pasábamos inadvertidos, ahí, tu y yo, mirando como embobados al través de las vidrieras de las tiendas ese verde y rojo de la decoración que distingue a la Navidad.

“Mamá, ¿por qué no vamos a ver las ventanas de la Universal, ahí hay juguetes tan bonitos!”

Y siempre agarrado de tu mano, casi guindando, me iba a los grandes ventanales repletos de regalos. Entonces era yo el que me quedaba como ido, con la mirada clavada en los trenes Marklin, en las bicicletas Raleigh y en los pesados mecanos con los que se podía armar hasta una réplica de la torre Eiffel.

En muchas ocasiones, en alguna de esas tiendas, te probabas alguna pieza de ropa y zapatos. Después te mirabas al espejo, mientras me pedías algún comentario: “Fernando, ¿cómo se me ve esto?”

Y después de un rato de probarte algún vestido, exclamabas un “ahhh, ¡qué lástima, no tienen aquí lo que busco¡”

Luego de caminar cuadras y cuadras, nuestro paseo concluiría de nuevo en el incómodo bus, deseando regresar a casa porque no habíamos comido nada.

Y así, en muchas navidades y ocasiones te acompañé a “ver ventanas” un paseo que tenía como preámbulo una advertencia: “vamos a ver ventanas y nada más, pero no se ponga a pedirme nada porque no hay plata”.

Recuerdo que una Navidad el Niño me trajo un velocípedo, un aparato de hierro sólido y ruedas rellenas de un hule durísimo. El primer año ese juguete fue para mi la gran novedad. Pero nuestra casa era pequeñita y con seis pedalazos yo la recorría de extremo a extremo. Ese quizá fue el regalo más caro y emocionante que recibí en navidad.

De ahí en adelante, todos los noviembres que siguieron el velocípedo desaparecía y nadie sabía darme explicaciones. Después, el 25 de diciembre reaparecería ahí, a la par de mi cama, el mismo, sólo que con pintura nueva y bien betunado el hule de las ruedas.

Ahora entiendo que papá hacía un gran esfuerzo, de manera que , aunque no podía comprarme la bicicleta Raleigh, al menos se preocupaba por regresarme el velocípedo y con esa pintura nueva y olorosa.

Quizá agregaría algún rifle de tapones, un caballo de palo o algún pesado carro de madera, de esos del Mercado, que “sustituían” al costoso tren Marklin y al mecano de La Universal.

Pero hubo una Navidad en que ustedes me advirtieron que del todo no habría juguetes “porque no había plata”. Y ese diciembre me conformé con mirar, levantando una hojita de la persiana, a los vecinitos jugando con relucientes carritos de fricción, bolas y pistolas vaqueras.

Pero lo que hasta ahora entiendo mamá es que para usted y para papá quizá nunca hubo una Navidad alegre en la que estrenaran, ni tan siquiera zapatos y, como único consuelo, estaban esos paseos en que nos consolábamos observando ropa y juguetes por las ventanas.

¡Cuántos deseos, cuántos sueños tuvimos delante de todas esas ventanas mamá! ¡Cuántos deseos y sueños que nunca se cumplieron!

¡Cuántas veces nos devolvimos a casa sin probar un refresco ni un helado!

Y quiero contarte mamá que años más tarde, cuando llegué a tener algún dinero, como para comprar aquella bicicleta Raleigh y el tren Marklin, ya había crecido y no me atraían las bicicletas ni los trenes de juguete.

Y debo confesarte mamá que hace tiempo, en una de esas extrañas navidades en que tuve dinero, me fui para San José “a ver ventanas” y aunque nunca antes observé tantas cosas bonitas, descubrí con sorpresa que dentro de mi ya no habían los deseos de antes.

Quizá fue porque hice ese recorrido solo, de manera egoísta, ignorando que la felicidad la tendría a tu lado, compartiendo contigo.

En este día te escribo mamá, para que me perdones por ser egoísta y descuidado, y para decirte que ahora mi único deseo, es un día de estos volver a ser lo mismo que de niño: tomarte de la mano e irnos, tu y yo, solos, al igual que antes, por cualquiera de las aceras de San José.

Y ante cualquiera de las ventanas de las tiendas poder decirte con una sonrisa de felicidad: “mamá, ahora si, dime qué quieres y cómpralo,no te preocupes, que yo pago”.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola profe soy Andrea Barquero
de introducciòn al periodismo en la U.I.A. Lo felicito de todo corazòn por que no solo pudo conmover mi corazòn sino tambièn me ayudo a valorar màs la vida desde su punto de vista. Este texto hecho por usted està muy bonito y deja una gran reflexiòn en mi persona de verdad lo felicito Gracias y Bendiciones!!!

Anónimo dijo...

Saludos profe... soy Diego, alumno suyo. Esta reflexión me dejo pensando un poco, en algunos momentos me identifiqué con ella. Lo felicito, está muy bien lograda.
Dios lo bendiga.

Anónimo dijo...

hola profe soy karen castro.... esta es una reflexión demasiada bonita y en serio lo hace llorar pero sabe que profe en serio lo admiro un monton porque a pesar de todo se dio cuenta que era lo principal en la vida y lo mas hermoso es que les enseña a los demas como valorar la vida que tenemos gracias.... Y bendiciones

Anónimo dijo...

hola profe soy andrey de introduccion al periodismo de la uia profe excelente reflexion deja una gran enseñanza y les recuerda a todos que en la vida lo material no importa sino que vale mas los momentos felices que uno pueda pasar al lado de sus seres queridos como por ejemplo nuestra madre gracias profe BENDICIONES¡¡¡

Coli dijo...

hola profe, soy una estudiante tuya de periodismo: Estefany. Al leer algunas de tus obras me parecio excelente quiero felicitarte por que realmente nos ponen a reflexionar y sigue adelante. Dios te Bendiga

Anónimo dijo...

motica6
HOLA PROFE SOY MONICA CHAVES, ALUMNA SUYA DE INTRODUCCION AL PERIODISMO EN LA UIA, SOLO HE TENIDO EL GUSTO HASTA AHORA DE RESIVIR UNA CLASE SUYA ASI QUE NO LO CONOZCO MUCHO, PERO CREO QUE REFLEXIONES COMO ESTA LO HACEN A UNO CONOCERLO UN POQUITO MAS Y SABER DARLE EL VERDADERO VALOR A LAS COSAS DE LA VIDA. GRACIAS Y BENDICIONES!!!

Lorna dijo...

Hola profe, hoy mismo ingrese a su blog, y me doy cuenta de que tengo un profesor muy sabio y por eso doy gracias a Dios, ademas este relato suyo me saco lagrimas al final, y creo que es por que usted sabe muy bien hacer que el lector capte sus emociones, me inspira y con un ran respeto me despido..
Lorna Ortega Alvarado

Anónimo dijo...

Estimado profesor, espero que te encuentres muy bien, TE doy mil felicitaciones por su forma de pensar, de como redactas, se nota que no lo haces pensando solamente en ti, sino en otras personas que le podrian ayudar este articulo o esta pequeña reseña... esta muy linda,,, te agradesco mucho me puso a pensar demasiado,ya que a pesar de que tengo a mi mamita un poquito largo, esto me saco las lagrimas... ERES UN EXCELENTE profesor nunca lo olvides.... ah sorry... soy Gabriela Barrantes de la UIA...la Ciudad Neilly--Que DIOS TE BENDIGA POR SIEMPRE..:-)

maria del carmen rojas dijo...

hola profe soy estudiante de RRPP en la Inter, cuando uno expresa los sentimientos es parte del ser humano, mas no bien es algo que en algunas historias de la vida se recuerdan con nostalgia y agrado, y luego de ello, uno se riee de lo que se vive.
Mil felicitaciones

Ðunkel nachT dijo...

Hola profesor, soy Oscar Ramírez de Introducción al periodismo en la U.I.A. De verdad que quien le dijo que será bueno compartir este texto sería bueno, no solo es interesante leerlo sino que logra que el lector reflexione y valore lo que tiene y pueda pensar mejor en que es lo más valioso. A mi también me encantaría en un tiempo poder decirle a mi madre: ¿Qué quiere mamá? Yo se lo compro. Aunque se que con eso no voy a poder compensarle todos los sacrificios que ella ha hecho por mi. Sinceramente me maravilló esta lectura, muchas gracias por compartirla.

Unknown dijo...

Hola Fernando soy Adriana de la Iglesia. Realmente conmovedor. Los años nos enseñan que las grandes cosas de la vida son realmente las más pequeñas. Y aunque no podamos volver a vivirlas el corazón se regocija con el recuerdo. Me identifico mucho con esta lectura. Un abrazo!!

Anónimo dijo...

Hola profesor, mi nombre es Susana Rojas y soy estudiante de periodismo de la U. San Judas Tadeo, quiero decirle que hace tiempo no me había conmovido tanto por algo y el texto que escribió de "¿Te acordás mamá?", me recordó mucho mi infancia, ya que como somos cinco hermanos mi papá nos llevaba en navidad a San José a ver juguetes y guardaba algo de dinero para comprarnos dos mudadas de ropa y eso era para todo el año, pobre mi padre cuanto sufrió por darnos todo lo que necesitabanos, por eso les agradezco tanto a los dos por haberme educado y ayudarme a ser una persona de bien.